MI POLÍTICA ES LA DEL PADRENUESTRO


Mi política es la del Padrenuestro.

Esta frase de San Juan Bosco resume el verdadero sentir de un cristiano que no atiende a ninguna otra ideología que no sea la del camino que dibuja la fe.

Vivimos en un mundo donde todo se cuestiona y se pone en duda cualquier cosa que no se pueda ver ni tocar. Creemos que somos nosotros los que dirigimos nuestro pensamiento, sin caer en la cuenta que somos conducidos continuamente por el tsunami de los medios de comunicación que con la dictadura de la actualidad nos inflan de «noticias trascendentales» para nuestras vidas un día y al otro se diluyen porque ya no interesa a vete tú a saber a quién. ¿O alguien ha oído hablar hoy o ayer de aquel crucero que hace unos días, a todas horas, lo teníamos metido hasta en nuestra bañera?,  pues parece que sigue en el mismo sitio, pero ahora toca otra cosa,  porque ya no interesa a la opinión pública, que es un bonito término donde refugiarme y decir que no me dejo llevar, que yo no soy otro borrego…

Pues hablando de ovinos, yo a lo mío, a seguir hablando del cordero de Dios que quita el pecado del mundo cada día. Del Señor de la Limpieza de nuestros pecados que a diario viene a sacrificarse sin horas ni vacaciones para que nosotros sigamos teniendo las puertas abiertas al mayor espectáculo del mundo después del mundo.

Y hoy lo abordamos a través de sentimientos, de lo que se siente pero que no se puede contar ni tocar.

¿Porqué somos cristianos? ¿Es cuestión de ideología? ¿Es esto un partido político? ¿Hay donde apuntarse?

No señor, no es cuestión de ideologías, estamos hablando de sentimientos. Ni siquiera voy a decir que se trate de fe, que lo es, pero se podría pensar que también muchos tienen fe en que este o aquel les lleve a un determinado punto ideológico, o que tienen fe en aquel deportista para lograr un determinado campeonato.

Tampoco es cuestión de fanatismos. Insisto, hablamos del sentir interior.

Se trata de seguir la política del Padrenuestro.

Del que está en los cielos y que cada día esta dispuesto a dar su Reino que deja de ser suyo cada vez que se lo pedimos.

De quien cuya voluntad siempre va ser más favorecedora para mi aunque me cueste asumirlo y me duela sufrirlo.

De quien se preocupa de darnos cada día un pan que no está hecho con harina sino con emociones y del que nos podemos hartar sin riesgo de empacho, pues cuando más engullamos más henchidos de amor estaremos.

De quien nos perdona nuestra ofensas aunque nosotros seamos más rácanos a la hora de hacer lo mismo con quienes nos faltan.

Y del único en el que podemos confiar que no nos va a dejar caer en las numerosas tentaciones que nos impiden caminar por la vida disfrutando de su gracia y siendo canales transmisores de la misma para que otros hermanos la disfruten.

Esa es mi política. Esa es mi ideología.

La ideología que aglutina un cúmulo de sentimientos que afloran en el cristiano que así lo desea y que no es capaz de hacer tangible como para ser entendido por otra vía que no sea el amor a Dios por encima de todas las cosas.

Si tú te levantas cuando te llama, comienza una historia de amor que no sabes explicar porqué funciona.  El se encarga de que marche bien. ¿Cómo lo hace? No lo sé. Por eso El es Dios y yo soy Lázaro, el que se levantó cuando llamó.

Ser cristiano es una opción que hemos elegido tan libremente como alejarnos podríamos. Nosotros decidimos.

Dios no convoca un casting para elegir a los mejores, El los espera a todos. Ni los que están dentro son los más buenos y los más merecidos ni los que están fuera no serán recibidos con los brazos abiertos cuando decidan volver. Lo dejó bien claro Jesús en la parábola del hijo que pidió a su padre la herencia para malgastarla y luego volver  a casa de nuevo ante la indignación del hermano que se quedó y que comprobó cómo se le volvía a acoger en el hogar con todos los honores. Para Dios son todos son merecedores de su gracia.

A veces me figuro a Dios como a ese vigilante nocturno que entra a un estadio vacío que en horas después se llenará de miles de personas pero cuando él entra esta todo silencioso y con las luces apagadas.

Va entrando, por una pequeña puerta, luego una más grande, guiándose con su potente linterna… se lo encuentra todo vacío y silencioso. Con paciencia llega al cuadro de luces y va encendiendo las luces del estadio poco a poco, una detrás de otra, hasta que donde había oscuridad ahora reina el brillo de los focos. Todo para que puedan ir entrando las personas hasta abarrotarlo y divertirse con el espectáculo que allí van a ver.

Pues ahí me imagino yo a Dios, de vigilante nocturno con su linterna, encendiendo nuestras luces para que vivamos el espectáculo de la vida.

Lo deja claro en el Evangelio de hoy, San Marcos 7,31-37:

(…) Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.

Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.

Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efetá», que significa: «Abrete».

Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.

Tú y yo somos los personajes de este Evangelio cada día, somos  los que Cristo toca para poder oír y hablar donde otros son sordos y mudos. Nos enciende  luces para ver lo que necesitamos ver.

Pero ojo, hay que buscar al vigilante nocturno. Aunque saldrá a tu encuentro siempre que lo llames, no esperes encontrarlo en estadios llenos de desamor, de ira, de venganzas, de juicios… en esos estadios vive otro de nombre menos agradable, que continuamente te tienta con invitaciones para las mejores butacas de su infernal recinto.

¿Te apuntas a la política del Padrenuestro?…Efetá

Lázaro Hades

Una respuesta

  1. Hace tiempo que me apunté a la política del Padrenuestro.Antes seguía la política del sufrimiento,pero no del físico sino del alma…y ese si que duele…

    Gracias una vez mas y un cariñoso saludo.

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